Desde que el término “antioxidants” saltó del ámbito de los laboratorios de bioquímica al público general en los años 90 en los Estados Unidos, se ha pensado que abusar del consumo de alimentos como las bayas de Acai, el té verde o los vegetales de hoja verde era lo más aconsejable para mantener una dieta saludable.
Un polémico estudio que se ha publicado el pasado miércoles en el “Journal of Nature” pone en cuestión esta presunción.
Los antioxidantes – que incluyen las vitaminas C y E y el beta-caroteno, incluidos en miles de alimentos- se suponía que protegían a las células de los daños causados por los radicales libres que el organismo produce como parte del metabolismo o que se introducen en el mismo a través de factores medioambientales.
Parece que el efecto es bastante positivo para células “normales”. Pero los investigadores de la Universidad del Centro Médico de Texas Suroeste han descubierto que los antioxidantes pueden tener otro efecto también sobre las células cancerígenas –acelerando el proceso por el que crecen y proliferan.
El investigador Sean Morrison y sus colegas dirigieron experimentos en ratones a los que se les había trasplantado células cancerígenas de piel (melanoma) de pacientes humanos. A otro grupo de control no se les trasplantó dichas células. Al otro se les proporcionó dosis de N-acetilcisteína (NAC) que es un antioxidante común utilizado habitualmente en suplementos nutricionales y para el culturismo y que al mismo tiempo se ha utilizado en tratamientos en pacientes con anticuerpos del SIDA y en algunos niños con ciertos desórdenes genéticos.
Los resultados son alarmantes: Aquellos en el segundo grupo mostraron unos altos niveles de células cancerígenas en sangre, se les desarrollaron más tumores, de mayor tamaño y con mayor metástasis que en el primer grupo.
“Lo que estamos empezando a aprender, es que puede haber ciertas células cancerígenas que parecen beneficiarse más del efecto de los antioxidantes que las células normales”, explicó en la entrevista Morrison, director del Instituto de Investigación del Centro Médico Infantil de la Universidad de Texas Suroeste, que añadió que este efecto es lo que se ha llamado estrés oxidativo.
Los investigadores sabían desde hacía un tiempo que la metástasis del cáncer –especialmente cuando conlleva la metástasis rápida a otras partes del cuerpo- es un proceso muy ineficiente y que muchas de estas células mueren en el camino. Esto es posiblemente debido al estrés oxidativo, que es la incapacidad del cuerpo de rechazar el efecto negativo de los radicales libres. La hipótesis del estudio es que cuando los suplementos antioxidantes entran en escena puede que den más vida a estas células cancerígenas que están a punto de morir.
Morrison añadió que los estudios previos han demostrado que la progresión de la metástasis del melanoma humano en células de ratón se puede relacionar con la predicción de la metástasis en humanos, lo cual pone en la picota el consejo nutricional basado en antioxidantes en dietas para pacientes de cáncer.
Además de esto, el melanoma puede que no sea el único tipo de cáncer que se puede ver afectado al respecto.
Un estudio similar realizado en la Universidad Vanderbilt en el 2.012 en ratones con cáncer de próstata, también demostró que los antioxidantes incrementaron la proliferación de células en lesiones pre-cancerosas. Y en otro en roedores con cáncer de pulmón publicado en el Science Translational Medicine en el 2.014 descubrió que dosis de vitamina E y pequeñas dosis de acetilcisteína, un suplemento antioxidante, pareció triplicar el número de tumores e incrementó la agresividad de los mismos. Como resultado, los ratones a los que se suministró antioxidantes murieron dos veces más rápido que los del grupo de control. La reacción pareció ser dependiente a dosis más grandes produciendo una reacción más intensa.
Morrison explicó que es necesaria más investigación al respecto para confirmar estos descubrimientos y que los pacientes de cáncer deberían seguir consumiendo antioxidantes como parte de su dieta.
Pero, añadió, “personalmente, teniendo en cuenta estos resultados, yo evitaría la suplementación en gran cantidad de antioxidantes si tuviera un cáncer.”
En lo últimos 20 años, se ha llevado a cabo numerosos estudios sobre el efecto de los antioxidantes en pacientes con enfermedades cardiovasculares hasta aquellos con enfermedades neurodegenerativas. Los resultados han sido muy variados pero esto no ha parado a las compañías de defender los efectos positivos de los mismos.
Traducido por Javier Curto | Instituto Nutrigenómica
Fuente original del artículo :
Ariana Eunjung Cha. The Washington Post. 16 Octubre 2.015.