¿Se siente culpable después de haber comido una hamburguesa con queso a altas horas de la noche? ¿No puede resistirse a las rosquillas de la oficina?. ¿Parece ser más difícil para usted resistir la tentación de comer este tipo de alimentos de lo que es para otras personas?.
Según un nuevo estudio, el problema puede no estar en su cabeza sino más bien en sus genes. Probablemente sea duro con usted mismo/a pues piensa que esto es debido a una falta de auto control, pero resulta que podría haber variantes genéticas en juego.
La obesidad es actualmente una de las enfermedades más mortales en la Tierra y de acuerdo a un estudio de RAND de 2002, produce condiciones de salud adversas más graves que el tabaquismo, el alcoholismo, o incluso la pobreza.
Mientras que es claro que demasiada comida y muy poco ejercicio son los principales promotores de la obesidad, los investigadores han sospechado desde hace tiempo que ciertos factores biológicos pueden también poner a los individuos en un riesgo más elevado de padecer problemas de peso.
Esta teoría ha desatado una investigación para hallar un escurridizo «gen engordante». Un estudio reciente, presentado en la Obesity Society Annual Meeting en los Ángeles esta semana pasada, ha encontrado nuevas evidencias que da soporte a esta teoría después de identificar dos variantes genéticas que parecen influir en si optamos por alimentos altos o bajos en calorías.
Para el estudio, el equipo de investigadores del Imperial College de Londres, llevó a cabo el análisis del genotipo del ADN de 45 adultos europeos blancos de entre 19 y 55 años, con el fin de identificar la presencia de variantes junto a dos genes que han sido asociados con la predisposición a la obesidad y a los antojos de comida.
Se solicitó a los voluntarios que miraran fotografías de alimentos altos y bajos en calorías y luego les calificaran según cuán atractivos se veían, mientras que los investigadores usaban un escáner de resonancia magnética (fMRI) para analizar su actividad cerebral.
Los resultados revelaron que los voluntarios que poseían una variante junto al gen FTO, un gen asociado con la predisposición a la obesidad, y que a su vez calificaron como más atractivos los alimentos altos en calorías, mostraron mayor actividad en el área del cerebro conocida como la corteza orbitofrontal. Esta área del cerebro es donde está representado el valor de recompensa del gusto. Además, estos voluntarios mostraron también mayor actividad en una parte del cerebro conocida como el cuerpo estriado, el cual se relaciona con muchas funciones cognitivas tales como el aprendizaje.
Los hallazgos son emocionantes porque sugieren una verdadera influencia genética detrás de la obesidad en algunos individuos. «Significa que estas personas podrían experimentar más antojos que la gente promedio cuando se les presentan alimentos altos en calorías – o sea, alimentos altos en grasas y/o azúcares –impulsándolos a comer más de estos alimentos,” explica en un comunicado el investigador jefe, el Dr. Tony Goldstone.
Además de ayudar a los investigadores a comprender la causa raíz de la obesidad, este hallazgo podría también sentar las bases de nuevos enfoques “individualizados” para tratar la obesidad, como el usar hormonas intestinales que desencadenen células de dopamina en el cerebro para alterar la influencia de las hormonas en los antojos de alimentos altos en calorías, reportó MNT.
En conclusión, este nuevo estudio nos revela que ciertas personas están «programadas» para tener antojo de alimentos con altos contenidos en grasas y/o azucares – potenciando así la credibilidad de un «gen engordante».
Fuente: Goldstone A, Yiorkas A, Preschtl C, et al. Energy density influences interaction between FTO and DRD2 gene variants in brain reward system responses to food evaluation. The Obesity Society Annual Meeting. 2015.