Una investigación de la UMass Amherst presenta la primera evidencia de que una bacteria intestinal beneficiosa puede crecer cuando se le alimenta con un carbohidrato presente en los arándanos.
Últimamente, muchos científicos están prestando atención a los prebióticos, los cuales son moléculas que consumimos pero que no podemos digerir, puesto que algunos de ellos podrían fomentar el crecimiento y la salud de microorganismos beneficiosos en nuestros intestinos, afirma el microbiólogo nutricional David Sela, de la Universidad de Massachusetts Amherst.
El nuevo estudio sobre los arándanos y el microbioma
En un nuevo estudio, él y sus colegas presentaron la primera evidencia de que ciertas bacterias intestinales beneficiosas son capaces de crecer cuando se les alimenta con un carbohidrato que se halla en los arándanos, y además, que estas bacterias exhiben un metabolismo especial atípico.
Los hallazgos podrían agregar valor a futuros productos alimenticios, o dar como resultado un nuevo suplemento basado en los arándanos, de los cuales el estado de Massachusetts es un importante productor. Los detalles aparecen esta semana en la edición actual anticipada en línea de Applied and Environmental Microbiology, publicados por los editores en la sección «Spotlight», la cual destaca “artículos de investigación en la próxima edición que han generado un interés considerable.”
Lo que comemos, no sólo no nutre sino que también alimenta a las bacterias beneficiosas, el microbioma en nuestros intestinos, destaca Sela, y los científicos de alimentos están cada vez más interesados en estos beneficios menos evidentes de los alimentos. Se piensa que hay tantas células bacterianas en nuestro cuerpo como células humanas, afirma Sela, “por lo que básicamente nos alimentamos por dos. Estas bacterias intestinales son sumamente importantes para nosotros, en verdad son muy importantes. Nuestros alimentos hacen la diferencia tanto para nosotros como para los microbios beneficiosos que portamos dentro de nosotros.”
Los arándanos y los xiloglucanos
Además, “muchas paredes celulares vegetales son indigeribles,” explica Sela, “y en efecto, no podemos digerir los azúcares especiales hallados en las paredes celulares de los arándanos, llamados xiloglucanos. Sin embargo, cuando comemos arándanos, los xiloglucanos llegan hasta nuestro intestino donde las bacterias beneficiosas los pueden descomponer en moléculas y compuestos útiles.”
Utilizando el modelo de bacterias beneficiosas llamadas bífido bacterias, Sela, un experto en el microbioma intestinal humano, y sus colegas, probaron la hipótesis de que los arándanos, un tema de investigación en la UMass Amherst durante más de 60 años, podrían ser candidatos para convertirse en un nuevo suplemento que incremente la salud intestinal. Para obtener un suministro de xiloglucanos purificados para esos experimentos, lo cual no era una tarea fácil, consiguió ayuda de la compañía Ocean Spray, Inc., la cual le proporcionó el material de la investigación original, así como la colaboración de los expertos David Rowley y Jiadong Sun de la Universidad de Rhode Island (URI).
De esta forma, Sela y su estudiante de doctorado y primer autor Ezgi Özcan, pudieron dar este azúcar vegetal purificado, como el único carbohidrato disponible, a las bifidobacterias que vivían en placas con 96 cavidades en un entorno anaeróbico en el laboratorio.
Las bífidobacterias se hallan en los adultos, en cierta cantidad, pero las mayores concentraciones se encuentran en el microbioma intestinal de bebés lactantes recién nacidos, dice Sela. Este estudio proporciona la primera evidencia de que ciertas bífidobacterias efectivamente consumen xiloglucanos, y las que lo hacen exhiben un metabolismo especial atípico. Específicamente, estas bífidobacterias producen ácido fórmico mientras consumen xiloglucanos, y secretan menos ácido láctico de lo normal.
Los impactos en la salud siguen sin ser claros, sin embargo, los autores sospechan que este comportamiento inusual tiene implicaciones para el resto de la comunidad microbiana de los intestinos. “Este no es un alimento científico tradicional,” dice Sela, científico de alimentos que tiene cargos complementarios en microbiología en la UMass Amherst, y en microbiología y sistemas fisiológicos en la Escuela de Medicina de la UMass. La investigación fue auspiciada por una beca de $64,000 de la compañía Ocean Spray, Inc. a Sela, y $25,000 del President’s Enhancement Fund de la Escuela de Estudios Superiores de la Universidad de Massachusetts Amherst.
Los prebióticos y probióticos y el futuro
Sela cree que hay una motivación más fuerte tanto para investigadores como consumidores, para estudiar los prebióticos que los probióticos. “Con los probióticos, tomamos dosis extra de bacterias beneficiosas que podrían ayudar a la salud de nuestros intestinos,” explica. “Pero con los prebióticos, ya sabemos que tenemos a los chicos buenos en nuestros intestinos, así que, ¡a alimentarlos! Démosles más nutrientes y cosas que les gustan.”
“Ellos producen moléculas y compuestos que nos ayudan, o piden ayuda a algunos de los cientos de otros tipos de beneficiosos miembros de la comunidad. Consumen cosas que nosotros no podemos digerir, o ayudan a otros microbios beneficiosos que nos resulta difícil introducir como probióticos, o su presencia puede ayudar a mantener alejados a los patógenos,” añade.
“Los prebióticos y los probióticos podrían interactuar con nuestra propia fisiología para ayudar a equilibrar el microbioma, y ya sabemos que cuando las cosas no están en equilibrio se pueden padecer problemas como la inflamación. La inflamación crónica subyacente puede conducir a, o empeorar muchos padecimientos de salud diferentes. Este es el lado de salud de este tipo de estudio de microbiología, alimentos y salud.”
Él sugiere que su siguiente serie de estudios podría analizar la interacción de los xiloglucanos de los arándanos con otras especies y cepas bacterianas. Sela también está interesado en otras moléculas de los arándanos que interactúan con las bífidobacterias y otros miembros del microbioma intestinal. “También hallamos ciertos genes activados que son consistentes con el metabolismo de los xiloglucanos,” apunta Sela. “Este es otro buen lugar para continuar con nuestros hallazgos.”
Fecha: 10 de julio de 2017
Link: https://www.eurekalert.org/pub_releases/2017-07/uoma-fsf071017.php
Fuente original: UNIVERSIDAD DE MASSACHUSETTS EN AMHERST
Nota: Instituto Nutrigenómica no se hace responsable de las opiniones expresadas en el presente artículo.