Introducción
Las enfermedades autoinmunes (EA) constituyen un conjunto heterogéneo de trastornos en los que el sistema inmunitario ataca por error los propios tejidos del organismo. Su prevalencia es significativa —se estima que afectan entre el 7 y el 10 % de la población mundial. (Frontiers)
La aparición de una enfermedad autoinmune se explica mediante la convergencia de varios factores: predisposición genética, desencadenantes ambientales y fallos en los mecanismos de control de la respuesta inmune. (Frontiers)
La genética ocupa un papel esencial: no es el único factor, pero entenderla permite comprender los mecanismos, estimar riesgos, mejorar diagnósticos y orientar terapias personalizadas.
¿Por qué la genética es clave en inmunología y autoinmunidad?
- Evidencia de heredabilidad
Ya desde estudios de gemelos y familiares ha quedado patente que las EA tienen un componente hereditario: los gemelos idénticos tienen una concordancia mayor que los no idénticos, lo que indica que los genes contribuyen significativamente. (PMC)
Esto sugiere que “tener las variantes genéticas correctas” incrementa la probabilidad de que un desencadenante ambiental y/o inmunitario dé lugar a la enfermedad.
- Múltiples genes y poligenia
Las EA no suelen obedecer a un solo gen (salvo en casos raros de tipo monogénico) sino a la combinación de muchas variantes genéticas (alelos) cada una con un efecto pequeño o moderado, que en conjunto modulan el riesgo. (CNBIOTEC)
Por ejemplo, en revisión se afirma:
“The evidence now suggests that genetic susceptibility to common disease is probably due to hundreds or even thousands of alleles…” (CNBIOTEC)
Y también:
“The majority of autoimmune diseases are polygenic…” (Frontiers)
- Loci principales implicados
Existen regiones genéticas que con frecuencia aparecen asociadas a EA. Por ejemplo:
- El complejo de antígenos leucocitarios humanos (HLA) en el cromosoma 6, que desempeña un papel central en la presentación del antígeno al sistema inmune. (Frontiers)
- Genes como PTPN22, PTPN2, CTLA4, entre otros, que regulan la activación de linfocitos T, la tolerancia inmune, señalización de citocinas, etc. (Frontiers)
Esto tiene sentido desde la inmunología: si los genes que regulan la tolerancia o la activación inmune fallan, se puede desencadenar autoinmunidad.
- Compartición genética entre distintas enfermedades autoinmunes
Un hallazgo relevante es que muchas variantes genéticas incrementan el riesgo no de una sola EA sino de varias. Esto implica que distintas enfermedades autoinmunes comparten mecanismos genéticos de base. (PMC)
Por ejemplo, una variante en un gen de regulación inmunitaria puede predisponer tanto a Esclerosis múltiple como a Artritis reumatoide o Enfermedad celíaca.
- Genética + epigenética + ambiente
La genética no opera en solitario: la expresión de los genes, su regulación epigenética (metilación, modificación de histonas, etc.) y las interacciones con factores ambientales (infecciones, dieta, toxinas) determinan la aparición real de la enfermedad. (PMC)
En otras palabras: alguien puede tener predisposición genética, pero necesitará que se dé un desencadenante para que la EA se manifieste.
¿Qué implicaciones tiene esta genética en la práctica clínica y para el paciente?
Diagnóstico y estratificación de riesgo
Conocer variantes genéticas de riesgo permite:
- anticipar la aparición de una EA en personas con antecedentes familiares,
- estratificar el riesgo (es decir, diferenciar a quienes tienen mayor probabilidad),
- personalizar el seguimiento (por ejemplo vigilancia más intensa).
Por ejemplo, estudios de poligenia (polygenic risk scores) se están usando para cuantificar el riesgo de EA. (Frontiers)
Comprensión de los mecanismos patogénicos
Al identificar genes implicados, se puede entender mejor cómo falla el sistema inmune: qué vía, qué tipo celular, qué interacción. Esto es clave para diseñar tratamientos dirigidos (terapia de precisión). Por ejemplo: fallos en los Treg (linfocitos reguladores) debido a mutaciones en FOXP3, o alteraciones en señalización de interleucinas. (PMC)
Esta comprensión mecánica puede llevar a terapias “más allá de inmunosupresión general”.
Desarrollo de terapias dirigidas
Si sabemos que un gen concreto o una vía de señalización está alterada, podemos desarrollar fármacos que actúen sobre esa vía: por ejemplo antagonistas de citocinas, moduladores de la activación de linfocitos, o tratamientos que restauren tolerancia inmune.
Los estudios genéticos aportan “blancos terapéuticos”.
Prevención y estilo de vida
Aunque no se puede cambiar la herencia genética, saber que existe una predisposición permite reforzar el entorno (dieta, exposición a toxinas, control de infecciones) para reducir el “segundo golpe” necesario para que la enfermedad se manifieste.
En la revisión de 2025 se afirma que “la enfermedad autoinmune se desarrolla cuando convergen tres factores: predisposición genética, exposición ambiental y defectos en la regulación inmune.” (Frontiers)
Por lo tanto, la prevención se convierte en una estrategia importante.
Ejemplos concretos de enfermedades y genes implicados
Aquí algunos ejemplos para ilustrar cómo la genética se hace práctica:
- Diabetes tipo 1 (T1D): Es una EA donde se ha identificado multitud de variantes de riesgo, tanto en el HLA como fuera de él. La genética explica una buena parte del riesgo, aunque el desencadenante suele ser ambiental (virus, etc).
- Artritis reumatoide (RA): Asociación fuerte con HLA-DRB1 “shared epitope”, y muchas otras variantes genéticas. (Wikipedia)
- Lupus eritematoso sistémico (SLE): Se han señalado mutaciones monogénicas raras (en casos graves) y muchas variantes comunes de riesgo; también se ha evidenciado regulación epigenética. (PMC)
- Un estudio reciente identifica 33 genes del complejo HLA asociados a múltiples EA distintas. (Frontiers)
Estos ejemplos demuestran que la genética aporta un mapa de riesgo y mecanismo.
¿Cuáles son los retos y limitaciones actuales?
“Herencia faltante” o “missing heritability”
Aunque se han identificado cientos de variantes de riesgo, todavía una parte importante de la heredabilidad de las EA no está explicada. Esto puede deberse a: raras variantes de gran efecto, interacción gen-gen, interacción gen-ambiente, epigenética, etc. (PMC)
Penetrancia incompleta y variabilidad clínica
Tener una o varias variantes de riesgo no significa que se desarrollará la enfermedad. Muchas personas con predisposición genética nunca manifestarán la EA, lo que hace difícil la predicción exacta. El fenotipo clínico puede variar mucho (edad de inicio, gravedad, órganos afectados).
Complejidad de interacción gen-ambiente
La genética lo prepara todo, pero el desencadenante puede ser muy diverso (infecciones, microbioma, tabaquismo, dieta, exposición tóxica). Entender estas interacciones es difícil. (Instituto de Enfermedades Autoinmunes)
Aplicación clínica: todavía en expansión
Aunque los estudios genéticos son numerosos, su traducción al día a día clínico aún es limitada: coste, interpretación, variabilidad entre poblaciones, y necesidad de validación.
Diferencias poblacionales
Las frecuencias de variantes de riesgo y su efecto pueden variar según etnia, lo que exige estudios diversos y no solo en poblaciones europeas. (Nature)
¿Qué puede hacer un profesional de la nutrición / salud (como en tu ámbito de nutrigenómica) ante esta información?
Aunque tu foco sea la nutrición y la nutrigenómica, hay implicaciones muy relevantes en el campo inmunológico/autoinmune:
- Puedes explicar a los clientes/pacientes que su predisposición genética (por ejemplo riesgo de EA) es un factor importante, pero no es determinista: el estilo de vida, la nutrición, el entorno también importan.
- En un proyecto de nutrigenómica, es relevante considerar qué variantes genéticas podrían influir en la regulación inmune, tolerancia, inflamación crónica — con la vista puesta en prevención más que en curación.
- En proyectos de secuenciación genómica (como el que estás desarrollando), la identificación de variantes inmunológicas relevantes (por ejemplo en genes de regulación de linfocitos, HLA, etc) podría enriquecer el perfil de riesgo del individuo, aunque debe manejarse con rigor y cautela.
- Puedes colaborar con profesionales inmunológicos para que utilicen los datos genéticos desde una óptica integrativa: genética + nutrición + estilo de vida + entorno.
- Promover un discurso educativo: “Esta persona tiene predisposición genética, por lo tanto reforzamos la modulación inmune mediante nutrición, control de estrés, microbioma saludable, evitar exposiciones nocivas”.
Conclusión
La genética es un pilar fundamental para entender las enfermedades autoinmunes: explica parte del riesgo, ilumina los mecanismos subyacentes del sistema inmune, y abre puertas a la prevención, diagnóstico y tratamiento personalizado.
Para el ámbito de la nutrición y la nutrigenómica, esta dimensión genética ofrece una oportunidad de integrar conocimientos y ofrecer un enfoque más completo al paciente: no solo “qué comer”, sino “cómo mi genética me predispone” y “qué puedo hacer para modular ese riesgo”.
Sin embargo, es importante mantener una visión equilibrada: predisposición genética no significa inevitabilidad, y la traducción clínica todavía está en desarrollo. La aplicación ética, rigurosa y personalizada es clave.
Estudios recomendados (enlace directo)
- “Introduction to Genetics of Autoimmune Diseases” — NCBI Bookshelf. Enlace (CNBIOTEC)
- “Genetic basis of autoimmunity” — JCI. Enlace (JCI)
- “Emerging patterns of genetic overlap across autoimmune disorders” — Genome Medicine. Enlace (BioMed Central)
- “Genetic basis of defects in immune tolerance underlying autoimmunity” — Frontiers in Immunology. Enlace (Frontiers)
- “Autoimmune disease: genetic susceptibility, environmental triggers, and immune dysregulation. Where can we develop therapies?” — Frontiers in Immunology (2025). Enlace (Frontiers)
Fecha: 27/10/25
Foto: Pixabay
Nota: El Instituto de Nutrigenómica no es responsable de las opiniones expresadas en este artículo.