A falta de más investigación que lo confirme, estudios científicos recientes revelan que las personas afectadas con SFC muestran una alteración de la flora bacteriana intestinal.
El papel que juega la microbiota intestinal cada día cobra mayor protagonismo en el estado de salud de las personas. Y lo hace participando en el origen y desarrollo de numerosas patologías de diversa índole y estableciendo relaciones que no dejan de sorprender a la comunidad científica y a la sociedad en general.
En esta ocasión, el descubrimiento se centra en el posible vínculo entre las bacterias que habitan en nuestro intestino y el síndrome de fatiga crónica (SFC). El hallazgo fue recogido en la revista Cell Host and Microbe, donde se han publicado dos estudios en los cuales se han detectado cambios en el microbioma de pacientes afectados por el SFC. En concreto, los investigadores han observado una menor cantidad de butirato (ácido graso de cadena corta) y de ciertas bacterias que lo producen. El butirato es un factor relacionado con la protección de la barrera intestinal y parece jugar un papel importante en la regulación del sistema inmunitario.
¿Y si la clave estuviera en una dieta rica en probióticos?
Las conclusiones que se infieren de estos estudios giran en torno a un dato principal: las diferencias encontradas respecto a la diversidad del microbioma intestinal en los grupos participantes, ya que los investigadores detectaron una clara disminución en la cantidad de microbios productores de butirato. A partir de este hallazgo, y teniendo en cuenta las funciones críticas que desempeña esta sustancia en las células intestinales como principal fuente de energía y antiinflamatorio, los investigadores decidieron centrarse en la vía del butirato para comprender mejor el papel que podría desempeñar en el SFC.
La razón de tal decisión se basa en la constatación científica de dos hechos: por un lado, los investigadores observaron que el isobutirato plasmático se agota en las personas con síndrome de fatiga crónica; y por otro, que los datos del microbioma también predicen una menor abundancia de butirato y cambios en la capacidad del microbioma intestinal para metabolizar o sintetizar ácidos grasos de cadena corta.
Eso sí, los mismos investigadores advierten que sus hallazgos no pueden demostrar una relación causal entre las alteraciones del microbioma y los síntomas del SFC, por lo que es necesario seguir investigando antes de poder aplicar los resultados a nuevos tratamientos.
La investigación podría suponer nuevas técnicas de diagnóstico basadas en intervenciones dietéticas
La prudencia de los autores no resta importancia al hallazgo que, como ellos mismos afirman, «será muy útil para desarrollar nuevas técnicas de diagnóstico y ensayos que se centren en intervenciones dietéticas, probióticas, prebióticas o simbióticas que podrían aportar pruebas directas de que las bacterias intestinales influyen en la presentación de síntomas crónicos».
Seamos optimistas, pero con los pies en la tierra
En opinión de la doctora Dulcenombre Gómez Garre, investigadora en la Fundación para la Investigación Biomédica Hospital Clínico San Carlos y responsable de la Unidad de Microbiota (Unidad de Genómica) del IdISSC, «los dos estudios presentados están bien diseñados y tienen un número suficiente de pacientes. Además, aunque con algunas diferencias, ambos utilizan potentes técnicas de secuenciación masiva con inteligencia artificial para responder a la hipótesis planteada. Sin embargo, sus conclusiones son similares». Y añade: «En ambos estudios, se detecta una disminución en los niveles de butirato, el principal ácido graso de cadena corta, así como de la presencia de los principales grupos bacterianos encargados de su formación, lo que refuerza estos resultados».
Ahora bien, estos resultados no están exentos de los efectos derivados de las limitaciones de la propia investigación. En concreto, la experta ve dos que deberían tenerse en cuenta: «Por un lado, el número de pacientes que han participado en los estudios, el cual, aunque es superior al que se suele utilizar en otros estudios sobre microbiota intestinal, no es suficiente para asegurar que los resultados se puedan repetir en poblaciones mayores o de distintas características como raza, lugar de residencia, dieta, etc. Y, por otro lado, los trabajos adolecen de las limitaciones inherentes a un estudio transversal, en el cual no se puede probar de forma directa la relación causa-efecto».
Esto nos lleva a plantearnos si los estudios en cuestión pueden ser considerados un avance real en la investigación del SFC, y si lo son, en qué medida significan un progreso en el tratamiento de esta dolencia. En este sentido, la experta se muestra cauta en sus opiniones, ya que considera que «a pesar de la robustez de los trabajos que, sin duda, abren la puerta al uso del butirato como tratamiento para el SFC, este aspecto habrá que demostrarlo con ensayos clínicos bien diseñados y controlados».
De hecho, la investigadora subraya «la necesidad de plantear ensayos clínicos para evaluar el efecto del suplemento con butirato sobre la recuperación del SFC. Aunque también sería interesante investigar si la modulación de la microbiota intestinal por otros factores tiene algún efecto sobre el estado de los pacientes».
Autor: Eva Carnero
Fecha: 23/02/2023 – 05:00
Nota: Instituto Nutrigenómica no se hace responsable de las opiniones expresadas en el presente artículo.