Nos hemos olvidado de nuestro pasado. Sabemos de dónde venimos pero no tenemos claro hacia dónde vamos. Nos alejamos demasiado de lo que debería ser el patrón nutricional de un ser humano y luego ocurre lo que ocurre.
Las cifras de sobrepeso y obesidad se disparan y la grasa central ya es tan común en mujeres como en hombres. Son muchos los niños que están peor de forma que sus padres y que tienen más grasa que sus abuelos. Y todo ello es debido al estilo de vida que llevan. Digan lo que digan los máximos responsables, este estilo de vida y lo que nos ofrecen fomenta el sedentarismo y la comida “basura” (se fabrican más móviles con más aplicaciones y juegos para jóvenes, se potencian las nuevas tecnologías, se meten más horas para aprender varios idiomas, más tareas y tareas que obligan a estar mucho más tiempo sentados, menos horas de Educación Física y de parque y más establecimientos de comida rápida altamente procesada) cuando la inteligencia de un niño debería potenciarse a través del juego y de una alimentación saludable.
Sigo pensando que perder peso no es tan complicado como algunos nos cuentan, es más, soy de la opinión de que es algo demasiado sencillo. Pero para conseguirlo de forma definitiva es necesario seguir unos patrones que desde luego no son los que imperan en este momento.
Cuando uno no quiere cambiarlos y pretende seguir una “dieta” te plantea problemas, dudas, porque su actitud va a ser negativa y se aferra a ciertos hábitos que dificultan la consecución del logro. ¿Por qué no voy a consumir pan en todas las comidas si es lo que se ha tomado a lo largo de toda la historia? ¿Por qué no puedo añadir azúcar al café o al yogurt? ¿Por qué no he de consumir más cereales con lo buenos que son y la fibra que tienen? ¿Qué puedo beber cuando salgo que no sea agua, con lo aburrida que es? ¿Por qué no puedo picar entre horas si es que tengo hambre? ¿Qué ejercicio he de hacer que no sea de fuerza que no tengo tiempo para ello? ¿Por qué mis hijos han de tomar verduras si no les gustan? ¿Por qué no debo usar edulcorantes si no tienen calorías? Y así podría llenar unas cuantas páginas en relación a ello.
En las escuelas, en los campamentos de verano, en decenas de actividades que se desarrollan con los más peques (nuestro futuro), la comida se basa en azúcares y grasas de baja calidad. Desayunos con galletas y bollerías, almuerzos con bocadillos de embutidos grasos, comidas a base de pasta con postres dulces, meriendas con bocadillos de cremas dulces y cenas con arroces, lasañas, croquetas o empanados; a ello añadir refrescos como bebidas y si hay alguna celebración pues más dulces o snacks como premio. ¿Por qué se han de seguir esos patrones? ¿Les estamos educando correctamente? Desayunos con licuados vegetales, tortillas, cereales muesli, yogures naturales y semillas; almuerzos con fruta; comidas con verduras, legumbres y carnes magras; meriendas con frutos secos, fruta, requesón o cuajadas y cenas con ensalada y pescado, por ejemplo. Es que a los niños eso no les gusta, es lo que te responden quienes organizan eventos varios. Ojalá a quien vive con necesidad le ofreciéramos estos menús, les cambiaríamos la vida. Pero como vamos como vamos pues pasa lo que pasa.
En estas imágenes se observan evoluciones que podemos revertir. El problema de coger grasa en la infancia es que la hiperplasia de células grasa es más sensible en esas edades y luego con el tiempo cuesta más mantenerse en un peso saludable. Si eres obeso de joven serás obeso de adulto y si consigues bajar peso, al volver a comer como antes volverás a recuperarlo. Sin embargo el que ha cogido peso de adulto lo tiene más fácil.
Fecha: 11 septiembre 2018
Fuente: eldiariodenavarra.es por Javier Angulo de Esportium Nutrición
Nota: Instituto Nutrigenómica no se hace responsable de las opiniones expresadas en el presente artículo.